Durante la década de 1920, mientras trabajaba como investigador en la Universidad de Chicago, Hoelzel, se dieron cuenta del talento que tenía para comer cosas raras, así que le decían, “¿quieres comer esto?”, así podían medir la rapidez con que pasaban las cosas a través de sus intestinos.
Hoelzel se ganó a pulso el apodo de “Cabra Humana”, y recibió todo tipo de propuestas extrañas. Uno de esas propuestas fue ayunar por 15 días lo que provocó que sus costillas se hicieran visibles y sus rodillas se dejaban ver por sus encogidas piernas. A menudo, se le daban cosas diferentes y registraban cómo pasaban a través de su cuerpo. Un gráfico muestra sus aventuras culinarias registrando todo lo que comía. Era importante saber cuantas piezas se había comido, qué tan grave era el objeto, y cuánto tiempo se había tardado pasar por el sistema digestivo. Por ejemplo, el dióxido de carbono tardó de dos a seis horas. Las bolitas de oro no fueron recuperadas hasta veintidós días después de que fueron comidas. El alambre de plata le tomó alrededor de 80 horas y la grava que tragó directamente de la entrada del laboratorio, le tomó poco más de 50 horas, por mencionar sólo alguno de tantos inusales objetos.
Aqui las imagenes:






Por ingerir cualquier cantidad de cosas,alimentos,medicinas quedan a gusto con la ciencia

Durante la década de 1920, mientras trabajaba como investigador en la Universidad de Chicago, Hoelzel, se dieron cuenta del talento que tenía para comer cosas raras, así que le decían, “¿quieres comer esto?”, así podían medir la rapidez con que pasaban las cosas a través de sus intestinos.
Hoelzel se ganó a pulso el apodo de “Cabra Humana”, y recibió todo tipo de propuestas extrañas. Uno de esas propuestas fue ayunar por 15 días lo que provocó que sus costillas se hicieran visibles y sus rodillas se dejaban ver por sus encogidas piernas. A menudo, se le daban cosas diferentes y registraban cómo pasaban a través de su cuerpo. Un gráfico muestra sus aventuras culinarias registrando todo lo que comía. Era importante saber cuantas piezas se había comido, qué tan grave era el objeto, y cuánto tiempo se había tardado pasar por el sistema digestivo. Por ejemplo, el dióxido de carbono tardó de dos a seis horas. Las bolitas de oro no fueron recuperadas hasta veintidós días después de que fueron comidas. El alambre de plata le tomó alrededor de 80 horas y la grava que tragó directamente de la entrada del laboratorio, le tomó poco más de 50 horas, por mencionar sólo alguno de tantos inusales objetos.
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