A Germán no se le olvidan los instantes cuando su padre, revólver en mano, bajaba por las gradas persiguiendo a su mamá al primer piso. Sus dos hermanos, de 7 y 8 años, gritaban sin cesar y él se enmudecía.
No hubo disparos esa mañana, pero después de 40 años esa escena no se le borra.
Tiempo después la recordaba cada que se arrepentía, de copa en copa, de maltratar a quien fue su esposa o a sus dos hijos mayores en una casa del sur de Cali.
Germán, hoy de 45 años y dedicado al comercio de zapatillas, llegó a confesar ese pasado en una de las jornadas donde se habla de hombres tiernos, que no tienen miedo de ser afectuosos y comprensivos. Hoy no quiere que otros repitan su historia.
A su lado, Milton, un zapatero, contaba que cuando tenía 13 años su tío lo llevó a una ‘casa de citas’ y levantando un tintero le dijo: “Métase a la pieza con la muchacha y pruebe que usted es varón”.
Los dos testimonios se encontraron en el Primer Encuentro de Hombres por la No Violencia del Suroccidente Colombiano, convocado en Cali por Taller Abierto, el centro de promoción Integral para la mujer y la familia, creado por un colectivo encabezado por la sicóloga María Elena Unigarro y el politólogo Wilson Quintero Castillo, en 1992.
El encuentro, bajo el lema ‘De hombre a hombre, sembrando semillas de no violencia’, con el apoyo de la firma canadiense Lush, permitió crear una red donde ellos no se apenan de admitir que es posible, a veces, llorar o tener algún miedo.
Los asistentes a veces se ríen de esas frases que se vuelven verdad hogareña como “no llore que usted es varón”, “pareces una nena”, “prefiero que mi hijo sea ladrón y no maricón”, “las mujeres solo sirven para hacer oficio” o “si la violaron por algo será”.
La sicóloga Unigarro, directora del Taller Abierto, destaca que se han sembrado 1.500 ‘semillas de masculinidades’ en jornadas en Cali, Buenaventura, Tumaco, Pasto, Popayán y Bogotá.
La violencia sexual golpea casi tanto como los puñetazos cotidianos. Una de las investigaciones del proyecto con desplazadas indica que un 41,4 por ciento de ellas ha recibido propuestas para tener relaciones sexuales a cambio de resolver sus necesidades.
“No todos los hombres somos iguales. No todos somos agresivos ni borrachines ni andamos armados. Es un paradigma que entre más bravucón se es más hombre, pero en los talleres se aprende que no se deja de ser hombre cuando se es tierno o comprensivo”, dice Quintero.
“Desde los 8 años, vi muchos homicidios en mi ciudad, lo que deja marcada la parte humana de uno”, confiesa Héctor Ramírez. Anota que solo vuelve a un ayer del que su mente guarda imágenes de al menos 20 muertes en una población del centro del Valle, cuando habla con amigos atrapados aún en ese mundo y a quienes les ha pedido que renuncien a esa ‘valentía’ que los mantiene al borde de la muerte.
Aqui las imagenes:






En Colombia tiene una red en la que llorar también es de Hombres

A Germán no se le olvidan los instantes cuando su padre, revólver en mano, bajaba por las gradas persiguiendo a su mamá al primer piso. Sus dos hermanos, de 7 y 8 años, gritaban sin cesar y él se enmudecía.
No hubo disparos esa mañana, pero después de 40 años esa escena no se le borra.
Tiempo después la recordaba cada que se arrepentía, de copa en copa, de maltratar a quien fue su esposa o a sus dos hijos mayores en una casa del sur de Cali.
Germán, hoy de 45 años y dedicado al comercio de zapatillas, llegó a confesar ese pasado en una de las jornadas donde se habla de hombres tiernos, que no tienen miedo de ser afectuosos y comprensivos. Hoy no quiere que otros repitan su historia.
A su lado, Milton, un zapatero, contaba que cuando tenía 13 años su tío lo llevó a una ‘casa de citas’ y levantando un tintero le dijo: “Métase a la pieza con la muchacha y pruebe que usted es varón”.
Los dos testimonios se encontraron en el Primer Encuentro de Hombres por la No Violencia del Suroccidente Colombiano, convocado en Cali por Taller Abierto, el centro de promoción Integral para la mujer y la familia, creado por un colectivo encabezado por la sicóloga María Elena Unigarro y el politólogo Wilson Quintero Castillo, en 1992.
El encuentro, bajo el lema ‘De hombre a hombre, sembrando semillas de no violencia’, con el apoyo de la firma canadiense Lush, permitió crear una red donde ellos no se apenan de admitir que es posible, a veces, llorar o tener algún miedo.
Los asistentes a veces se ríen de esas frases que se vuelven verdad hogareña como “no llore que usted es varón”, “pareces una nena”, “prefiero que mi hijo sea ladrón y no maricón”, “las mujeres solo sirven para hacer oficio” o “si la violaron por algo será”.
La sicóloga Unigarro, directora del Taller Abierto, destaca que se han sembrado 1.500 ‘semillas de masculinidades’ en jornadas en Cali, Buenaventura, Tumaco, Pasto, Popayán y Bogotá.
La violencia sexual golpea casi tanto como los puñetazos cotidianos. Una de las investigaciones del proyecto con desplazadas indica que un 41,4 por ciento de ellas ha recibido propuestas para tener relaciones sexuales a cambio de resolver sus necesidades.
“No todos los hombres somos iguales. No todos somos agresivos ni borrachines ni andamos armados. Es un paradigma que entre más bravucón se es más hombre, pero en los talleres se aprende que no se deja de ser hombre cuando se es tierno o comprensivo”, dice Quintero.
“Desde los 8 años, vi muchos homicidios en mi ciudad, lo que deja marcada la parte humana de uno”, confiesa Héctor Ramírez. Anota que solo vuelve a un ayer del que su mente guarda imágenes de al menos 20 muertes en una población del centro del Valle, cuando habla con amigos atrapados aún en ese mundo y a quienes les ha pedido que renuncien a esa ‘valentía’ que los mantiene al borde de la muerte.
Aqui las imagenes: